Cultura

Contumazá es cuna de grandes intelectuales
como el Poeta Mario Florián (exponente de la poesía indigenista), el poeta Marco Antonio Corcuera Díaz, el pintor y poeta Oscar Corcuera Osores, el poeta Eliseo León Pretel, el Pintor Andrés Zevallos de la Puente, el Arqueólogo Walter Alva Alva (descubridor de las Tumbas Reales del Señor de Sipán), el Compositor Gilberto Plasencia Paredes (temas: El Tronco Seco, Ilusión Perdida, entre otros), el científico Dr. Eduardo Pretel Zárate (médico estudioso de la deficiencia de yodo en el ser humano), el científico Dr. Abundio Sagástegui Alva (Botánico descubridor de muchas plantas desconocidas por la ciencia que fueron incorporadas al diccionario botánico), el Héroe Continental Armando Revoredo Iglesias (que sobrevoló en tiempo record Lima - Buenos Aires en un avión construido por el recordado Elmer Faucett), los políticos Javier Alva Orlandini y Luís Alva Castro.

Cuentos

Tío Lino

Por las venas de la mayoría de contumacinos corre una mezcla proporcionada de sangres nativa y española; sin embargo, hay familias con rasgos y apellidos típicamente hispanos. Los idiomas nativos han desaparecido prácticamente de esta zona, persistiendo solo algunos topónimos quechuas y muchos otros de origen mochica.

Durante la Colonia, y hasta las dos primeras décadas del Siglo XX la arriería fue un Oficio de contumacinos. Uno de ellos Lino León el inventor de estos cuentos, no es un personaje mítico, fue un hombre semejante a los que aún pueblan Cosiete, lugar donde trabajó como agricultor y en el que, probablemente, también nació.

Los cuentos del Tío Lino constituyen una viva muestra de la vigencia de la literatura oral en el Perú contemporáneo. La cultura andina y campesina guarda, crea y recrea su memoria colectiva través de la oralidad.

El Tío Lino es quien crea un conjunto de cuentos, en los que él mismo es a veces el protagonista principal en complicidad con la sabia naturaleza andina.

La Chancaca pa la Chicha

Un año el Tío Lino se apuntó de mayordomo de la Fiesta del Patrón San Mateo. Estaba cerca el veintiuno y la tía Chuspe le pidió chancaca pa la chicha: ¿Y hoy quíago?, dijo el tío, dándose cuenta que ya no había tiempo pa ir hasta el Membrillar a comprarlo. En eso vio una avispa encima de una flor y ¡das! Lo pescó, le amarro la punta de un ovillo de hilo fino y lo soltó…

 

            La avispa vuela y vuela, derecho al cerro Cunantén, y el tío suelta y suelta hilo hasta que paró; entónse fue ovillando el hilo hasta que llego a un panal llenecito de miel que estaba colgao diuna peña dese cerro, lo jaló y lo llevó paque la tía endulce la chicha, qué salió buenaza.

El Venado Herido

El Tío Lino agarró su escopeta y se fue a matar perdices; pero como no tenía municiones, cargaba con alverjas. Eneso que estaba por el Cunantén cuando se encontró con un venadazo. ¿Quíago?, dijo, no truje cortadillo; y el venao como si nada, pateando el suelo. Espérate, le dijo, y le aventó un tiro porsiacaso; el venao dio un brinco y se fue saltando, levantada su cola blanca.

 

            Después de un tiempo, un día el Tío se iba por la leña cuando vio una chacra de alverjas floreando en el potrero. ¿Quién habrá sembrado aquí?, dijo, y se acercó pa ver si ya había alverjas verdes, cuando ¡das! Se levantó la chacra y se fue brincando como venao.

Diónde hay perros calatos

Otro día venía el Tío Lino de Cosiete a Contumazá, cuando a la entrada le salió otro perro bravo que ni tiempo le dio pa agarrar una piedra. Ya que luiva a morder, cuando el Tío diapuros le metió la mano por la bocaza abierta hasta adentrazo, luagarró del rabo y lo aventó por el aire: Con la fuerza del perro se levantó como talega, quedando el pelo padentro y el llushpe pafuera. Diahí hay perros calatos.

Los pollinos cansados

Una vez venía el Tío Lino desde Ascope trayendo carga en su peara de burros.

 

            Cuando estaban por el Algarrobal nomá, los burros yastaban cansadotes y empezaron a echarse uno tras otro. Sin saber quiacer el Tío se puso a pensar y ahí mismo le vino la idea.

 

            Sacó de su alforja los ajices del fiambre, los partió y, levantándoles el rabo, a cada burro le metió su tajada de ají por el sopino.

 

            Ni bien lo sintieron los pollinos, arrancaron la carrera dejándolo botao al Tío.